Fue el primer campeón mundial de boxeo nacido en África y los cronistas de la época lo llamaban el “Senegalés Singular” , “El Rey Negro de Malikoko” (en referencia a una obra teatral parisina de la década de los 20 popularizada por Josephine Baker), “El Chimpancé Peleador” y “El Salvaje de los Boulevards”. Había peleado por Francia en la Primera Guerra Mundial y luego fue un excéntrico que despilfarró cada centavo de lo ganado en los cuadriláteros, una aparición que desafió el mundo prejuicioso e intolerante de entreguerras, un peleador que ganó el título gracias a un breve rapto de rebeldía. Su vida accidentada terminó antes de los 30 años en un callejón del Hell’s Kitchen de Nueva York cuando las luces de la civilización le habían hecho perder la cabeza. La historia lo recuerda como Battling Siki, pero sus padres lo habían bautizado en Senegal al nacer con el nombre de Amadou M’Barick Fall.

Los historiadores de boxeo no se ponen de acuerdo cuándo exactamente nació Amadou M’Barick Fall. En su partida de matrimonio en Nueva York él declaró haber nacido en 1900. L' Écho de París dice 1899, y la enciclopedia del portal BoxRec.com consigna el 16 de setiembre de 1897. Si existe un consenso, sin embargo, en que el hombre que se daría a conocer en los rings de boxeo como Battling Siki nació en la ciudad de Saint Louis, en ese entonces la capital de la colonia francesa de Senegal ubicada en la desembocadura en el Oceáno Atlántico del río que le da nombre a ese país. 

Hay varias versiones de cómo Siki llegó a Francia a principios del siglo XX antes de la adolescencia, pero la más divulgada indica que una actriz francesa (algunos dicen holandesa, otros alemana) de nombre Elaine Grosse lo rescató del puerto de Saint Louis mientras esperaba que zarpara el barco que la llevaría de vuelta a Europa. La leyenda (contada por el famoso editor de la revista The Ring, Nat Fleischer) dice que los pasajeros mataban el tiempo tirando monedas y desafiando a los niños senegaleses que estaban alrededor, a que las rescataran del fondo del mar. Siki era el que más talento y éxito demostraba en la empresa, algo que habría conmovido a la Sra. Grosse de tal manera que decidió llevarse a Francia al precoz y atlético muchacho y darle la oportunidad y opciones de vida que en las junglas de Senegal le sería negada.

Los recuentos de la historia de Siki a su llegada a Marsella indican que la benefactora murió al poco tiempo, obligando al joven senegalés a buscar diferentes oficios en Toulon, Bordeaux y Tolouse hasta encontrar aquel para el que estaba destinado: el pugilismo. En una fecha no determinada de 1913 debutó como boxeador en Grasse, un pueblo de la Riviera Francesa cerca de Niza, noqueando a su rival de turno con facilidad. Este inicio prometedor se vio interrumpido con el inicio de la gran guerra en 1914. 

El incipiente boxeador pronto se halló en la península de Gallipolli, el escenario de una de las batallas más cruentas de la Primera Guerra. Siki formaba parte de un batallón de los Senegalese Tirailleurs, un cuerpo de infantería al servicio del ejército francés conformado por soldados de las colonias de África Occidental. La división en la que estaba el futuro campeón mundial perdió 9 mil de sus 14 mil hombres en la carnicería. Muchos fueron víctimas de la artillería alemana, pero los menos afortunados perecieron en la última carga de bayonetas de la infantería turca el 9 de Mayo de 1915. 

Al final de la guerra, Siki fue condecorado con la Croix de Guerre y la Medaille Militaire y en 1919 ya de regreso en Francia, retomó su carrera como boxeador. Su ascenso entre las filas de los semipesados lo llevó a pasear su boxeo agresivo e incansable a cuadriláteros de Tolouse, París, Rotterdam, Amsterdam y Barcelona, pero para 1922 y a pesar de haber ganado más de una cincuentena de combates (con solo siete derrotas) la posibilidad de optar por un cinturón europeo o mundial era aún lejana. Era un tiempo en el que los púgiles negros recibían muy pocas oportunidades: una cita conocida del promotor más poderoso de esa época, el norteamericano Tex Rickard rezaba: 

“Un campeón mundial negro vale tanto como un balde de orina caliente”

Dicen muchos historiadores de boxeo que la única razón por la que a Siki le dieron la oportunidad de pelear por el título mundial fue a que acordó previamente tirarse en el combate. Siki sería recompensado por el fraude con la generosa suma de 200.000 francos. La versión (confirmada por el senegalés meses después de la pelea) tiene sentido en la medida que el campeón mundial de los semipesados era el héroe de guerra, actor de cine e ídolo nacional Georges Carpentier

Carpentier era el antónimo de Siki. Delirio de las mujeres con su pinta inmaculada de galán de matiné y cultor del boxeo científico, había paralizado a todo París en 1921 en su reto del título mundial de los pesados contra el legendario Jack Dempsey en Estados Unidos. El hecho que Carpentier fuera fulminado en cuatro rounds por el 'Asesino de Manassa' no le había quitado un ápice de popularidad, así que arriesgar el cinturón que conservaba –el de los semipesados– frente a un negro africano con fama de excéntrico no representaba un buen negocio. 

siki versus carpentier. parís, 1922. foto: boxrec.com

Un día como hoy de 1922 ambos se enfrentaron en Le Stade Buffalo en el barrio de Montrouge de París. El recuento del combate en la magnífica biografía del autor estadounidense Peter Benson dice que hasta el tercer round Siki había cumplido con el libreto, ofreciéndole la quijada a Carpentier “como si fuera a recibir la eucaristía”. En ese asalto, Siki cayó a la lona de manera tan burda que el propio réferi lo increpó:

“¡Jesucristo!, ¿acaso no sabes fingir una caída?”. 

Lo que pasó entonces por la mente del senegalés y cómo prefirió el camino del orgullo y la posteridad sobre una bolsa de billetes es materia de especulación. Lo cierto es que a partir de ese momento se acabó la farsa. Siki se levantó y procedió a endilgarle una soberana paliza al ídolo de matiné. En el sexto round y con el campeón tirado en la lona, el referí –sin duda parte del complot– decidió descalificar a Siki y declarar ganador a Carpentier aduciendo que el africano le había aplicado una zancadilla. 

Semejante infamia era demasiado para el noble pueblo de París. “¡Truquer!, ¡Truquer!," bramaron los miles de corazones que ya habían sido conquistados por Le Roi Nègre y amenazaron con subir al ring. Temiendo por sus vidas, los miembros de la Federación Francesa de Boxeo anularon la decisión del descarado cómplice minutos después. 

Battling Siki era campeón mundial de los semipesados.